Monday, September 9, 2019

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo admitir nuestros errores? By: David Gonzalez Alegría (®) Best-Seller Author

Image result for ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo admitir nuestros errores?
Si equivocarnos nos hace humanos, admitir el error y pedir perdón debería hacernos (como dijo Alexander Pope) divinos. 
Sin embargo, vivimos en una época marcada por la aparente infalibilidad, ahí donde abundan las personas que no admiten sus errores, los políticos que no asumen las responsabilidades de sus desaciertos e instituciones que no aceptan el peso de sus equivocaciones.
¿Por qué cuesta tanto dar el paso hacia el reconocimiento de esos errores y falsedades? Por curioso que resulte, a menudo es más probable que nos pidan disculpas por algo determinado a que se admita con valentía y claridad la existencia de un error o un agravio. Así nos lo demostró por ejemplo un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio.
Los psicólogos Roy Lewick y Leah Polin descubrieron que siempre es más fácil que nos digan: «es mejor perdonar si algo te ha molestado» a aquello otro de «es cierto, me he equivocado, he cometido un error». Con ello se intenta reparar levemente el factor emocional, pero no se demuestra un sentido auténtico de responsabilidad ahí donde uno asume plenamente su culpabilidad expresándolo de forma abierta, sincera y valiente.
No es fácil por tanto admitir ante otros que uno es falible. En ese afán tan clásico por aparentar ser intachables, invulnerables al fallo además de altamente eficaces, estamos creando escenarios muy rígidos, complejos e insalubres. Se nos olvida quizá que la felicidad no está en ser divinos, pues en verdad nos basta con ser humanos. Un lugar donde admitir errores es, al fin y al cabo, una oportunidad excepcional de crecimiento y mejora.
Es muy cierto que admitir nuestros errores no siempre es fácil, pero existen personas en este mundo quienes ni siquiera saben cuando la están regando. 
Comencemos por hablar de lo que los expertos definen como Disonancia Cognitiva:
éste es un concepto que hace referencia a la tensión o falta de armonía en nuestro sistema de ideas. 
Básicamente se traduce como dos pensamientos que entran en conflicto dentro de nuestro cerebro porque siguen una trayectoria completamente diferente. En otras palabras cuando una persona se encuentra totalmente desenfocada de lo que está haciendo.
Si necesitáramos un ejemplo para señalar esta desagradable sensación, diríamos que es como si una parte de su mente les dijera que el cielo es color rosa; entonces ustedes comienzan a pelear con su propio cerebro para convencerlo de que es azul, pero la lucha es tan grande, que en el fondo comienzan a olvidar cuál es la respuesta correcta.
Al final se aferran tanto a la primera idea que hayan puesto en palabras, que aún cuando esta puede no ser acertada, la defienden como si fuera una verdad absoluta. Así es como la gente a veces se olvida de que no siempre tiene la razón y esas cosas.
La disonancia cognitiva es lo que sentimos cuando nuestro propio concepto de “soy listo, amable y estoy convencido de que tengo la razón” es amenazado por la evidencia de que hicimos algo poco inteligente, herimos a alguien más o de que estamos mintiendo.
Cuando una persona se encuentra en ese punto de autoengaño, es más fácil que su mente altere la realidad para protegerlo de una decepción, que simplemente  impulsarlo a pedir disculpas.
Otro estudio señala que mucha gente odia pedir perdón, por el simple hecho de que negarse a hacerlo los hace sentir superiores y los ayuda a mantener una autoestima alta. Aunque no sabemos si sentirse bien consigo mismo sea tan buena idea si eso tiene el potencial de convertirnos en personas insoportables y arrogantes.

«El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada».    -Goethe-


By: David Gonzalez Alegría (®) Best-Seller Author